Andrés Argüelles Vigo


VIRREY
NO TO BE
REY




En el estreno de la serie de televisión Power Rangers (1993) aparece el primer power ranger de la historia: el power ranger rojo. Líder de un grupo de guerreros categorizados por colores, defensores de la tierra que luchan contra un mal intergaláctico. Sin embargo, sus aventuras fueron interrumpidas por un similar a ellos, pero en versión maligna y de color verde. 

Este nuevo antagonista toma por sorpresa a los héroes; sin embargo, después de un enfrentamiento cerrado con el power ranger rojo, pierde. Y más aún, lo absorben a sus filas, otorgándole el título tácito del segundo más fuerte, su subalterno.

Lo que defendían los power rangers en ese momento ya no era a la tierra, defendían su orden jerárquico. Estas intervenciones narrativas en aras de la jerarquización están presentes no solamente en la ficción, sino también en la historia, en cómo se representa la vida salvaje en los documentales televisivos, en la evolución del hombre, en la posición especista en la vida doméstica y obviamente en las dinámicas de mercado.

La narrativa de la competitividad en la postmodernidad es la transformación de la epicidad de conquista y colonización occidental del pasado. Es decir, la competitividad es la carrera colonialista del presente.

En la época colonial, en lo inicios del Perú, el virrey, era el que tenía todo el control de lo que fue alguna vez el imperio Incaico. Sin embargo, su poder no era total, era un subalterno del rey a la corona española. Nuestros reyes eran reyes colonizados. Lo mismo con la imagen del Inca; para no alterar el orden jerárquico en la invasión y prever una amenaza, permitieron la existencia del Curaca, un indígena con sangre real Incaica con representación, pero subyugado al nuevo orden para satisfacer y calmar la nostalgia de los colonizados por el antiguo Incanato. El juego de poderes en el Perú era el juego del segundo puesto.

El segundo puesto es angustioso, un potencial que nunca sucede, una imposibilidad vibrante sentenciada en la injusta categoría comparativa que sostienen la narrativa eterna y conveniente del primer puesto. Por ello es que siempre pierde, juega con las mismas reglas.

Virrey not to be Rey es una instalación de pinturas en gran formato, en reconocimiento a esa categoría subalterna casi ganadora -pero insuficiente- en el mundo competitivo actual. Una resiliencia en un espacio cuántico entre la victoria y la derrota al mismo tiempo. Un homenaje a un proceso eterno y sin éxito, que amenaza ingenuamente, por lo que hace más admirable, a un primer puesto siempre predecible.